Pensamientos al azar





La vida se compone de las pequeñas cosas, decía sabiamente aquella frase que leí tiempo atrás quién sabe donde: Un gesto, una sonrisa, una palabra, que en el momento preciso, pueden alterar toda nuestra historia, o parte de ella.

Tal era mi fé en aquella frase que hubo un tiempo en el que intenté destacar sobre los demás, creyéndome capacitada para controlar la palabra, innovar con ella, cambiar el curso de la existencia de las personas con mis escritos (como tantos autores habían hecho por mi), y facilitar la mia propia, poco desahogada. Un tiempo en el que las ilusiones depositadas en mi triunfo por esos caminos me llevaron a ahogarme irremediablemente en un fracaso descomunal a la par que anunciado.

Escribía, escribía y escribía, sin descansar, sin técnica y a lo loco. Anotaba hasta la última de las cosas que me sucedían, que atravesaban fugazmente mi mente, liberando así mi conciencia dormida, mientras poco a poco se me olvidaba exteriorizar las sensaciones que creía obvias, relegando la comunicación verbal fluida al olvido y reduciendo todo a la la palabra escrita, que como vía de desahogo me frustraba con su lenta evolución. Me encerré en mi propio mundo imaginario de papel.

¿Quién era yo?¿Qué me creía? Sea como fuere aquellas aspiraciones y mi proyecto de vida se desvanecieron ,muriendo tan prontamente como mi madurez, como mi ilusión y mi propia vida ,dejándome otros gestos, otras vías de influenciar la existencia ajena más complejas de perfeccionar, como único modo plausible para no caer en el más vacío de los olvidos.

Desde aquel momento en que me decidí, no olvidé dejarme la sonrisa siempre puesta, en mi empeño de protagonizar una apología a la felicidad que ni yo misma me creía. Era importante saber ayudar a la gente a sobrellevar esta vacía existencia, como lo era la propia, vana, negra, avocada al fin . La felicidad ficticia me cubría como la mejor de las máscaras en mi macabra función, era de locos.

Al final me sumí en la más real de las realidades; nada tenía más sentido que dejar de buscar el significado inexistente del vivir. El agobio y la agonía eran innecesarias, todo era demasiado corto y superfluo, tanto que el tiempo era insuficiente para hayar las respuestas esperadas que por tanto era mejor olvidar, o al menos ignorar educadamente.

Con el tiempo acabé sonriendo, siempre, y volví a escribir, sin pretensiones ni futuros invisibles, como única vía de evasión y personal alivio. Al fin y al cabo tenía la suerte de tener una mente humana, olvidadiza y con una sorprendente capacidad de superación y recuperación (el ser humano es sorprendente muchas veces) que me sirvió en la búsqueda de nuevos horizontes. Quizá el mundo me olvidaría algún día, pero yo haría lo posible por no olvidar al mundo, disfrutándole hasta el final, aprovechando el tiempo que se nos ha dado.

Comentarios

  1. Pues sigamos disfrutando de las pequeñas cosas y de sus textos

    H

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  2. que pelota es Hades.
    Where is Kafka's spirit?

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