Y al final, ganó






Era taciturno y perspicaz, buen jugador,de él se decía que era un gran orador y una buena persona, y su mordacidad era su seña de identidad. Llevaba una Corbata gris, y sus rizos engominados ya canosos desde su juventud le daban personalidad.Estaba envuelto en una cortina axfisiante de humo en medio de una partida interminable de poker, rodeado de aduladores, con su sonrisa sardónica y su serio semblante, ajeno al odio que se dejaba entrever en su mirada. Era el ser más desgraciado, ruín, pérfido y lamentable de todo el universo, escondido entre tanta cotidianiedad.

Le miraba de soslayo, mientras prestaba una atención fingida a las personas que se sentaban al lado suyo, de conversación mediocre y ánimos afectados, que le contaban sus cuitas cotidianas, mientras en su fuero interno luchaba por contener las ganas de apretar el gatillo de la pistola que guardaba en el bolsillo de su chaqueta. El frío del metal casi impregnaba sus huesos, era difícil concentrarse con algo así entre manos.

Pero era demasiado fácil, rápido, limpio, un crimen cuasiperfecto. En aquel antro de perdición repleto de maleantes y seres indeseables hubiera sido uno más de tantos incidentes silenciosos . Y además, lo más grave era la impotencia, ¿cómo podría una simple bala infligirle una décima parte del dolor que el que sus cruentas palabras le había causado a ella? Ni mil explosiones nucleares podrían emular en ningún caso la sensación que había experimentado, no había nada equiparable.


Se concentró en la jugada.Relajó los músculos, la tensión era casi más molesta que la atmósfera cargada de humo,y soltó el arma que cayó sin estruendo al fondo de su birkin, entre toneladas de prozac y Clomipramina. Dio un sorbo a su copa de vino, prendió una cerilla y tiró su alianza al suelo, la pisoteó. No era el momento de andarse con remilgos conyugales innecesarios. Dejó las cartas sobre la mesa, la victoria fue suficiente para acallar sus ansias de venganza, sobre todo cuando las cantidades apostadas eran las que eran. Había herido su orgullo, y no solo eso. En unas horas comenzaría a sentir el efecto del veneno que había derramado en su copa, no lo suficiente dañino como para acabar con su vida, pero si lo bastante como para hacerle arrepentirse de todos sus males y hacerle ver las cosas.

Se levantó, dejó de escribir, cerró el diario. Rebuscó entre las hojas que había tirado aquella mañana a la basura y las extendió sobre el baúl, leyéndolas de nuevo. Apagó el móvil y no volvió a contestar a ninguna de sus llamadas durante toda la semana, era demasiado importante no dejarse influir por su opinión. No podía dejar que nadie estropeara sus sueños, menos cuando todo atisbo de vergüenza desaparecía en el papel, ahí no tenía porque demostrarle nada a nadie. Le había bastado para escupir todo aquel dolor, se sentía un poco más aliviada.

Y aquella doble vida no estaba del todo mal, aquella noche durmió como un bebé. Por la mañana despejada, abrió la puerta de su editor, ésta era la definitiva.

Comentarios

  1. no entiendo demasiado bien lo que has escrito, pero una idea me cruza por la cabeza, y espero que no sea cierta porque me daria mucha pena.
    por lo demas una historia muy bien redactada al menos eso me parece a mi

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  2. Esto me ha abierto el apetito: quiero un relato de gamsters!, pero de los autenticos ;)

    H

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  3. uuu,esto es bueno. La cosa mejora a medida que creces.

    Claire.

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