Mientras se lavaba el pelo, minúsculas gotas negras se escurrían alrededor de sus ojos sin saber porqué, aunque no era precisamente el agua de la ducha la que desteñía su cara, algo a lo que concedió una importancia insignificante, era cotidiano y por tanto, de lo más habitual. Desde hacía un tiempo, las cosas no estaban como de costumbre, era como si estuviera viviendo otra vida totalmente diferente: los mismos rostros, las mismas localizaciones, pero al revés, un sinsentido mayúsculo en el peor de los momentos, que sin embargo no trataba de afrontar. Nunca había sido una luchadora y menos en aquél momento en el que no había nada por lo que hacerlo.

Pero aquella mañana todo era aún más extraño,millones de ideas pululaban desordenadamente por su cabeza, provocándola un dolor atroz en todas las partes de su anatomía. Probablemente fuera fruto de la cafeína que había consumido horas antes, que estimulaba plenamente su cerebro, como cuando tenía aquellos impulsos creadores que la llevaban a escribir durante horas tan productivos, pero lo cierto, es que aquello difícilmente podría atribuirse a una actividad cerebral desmesurada, todo daba vueltas alrededor de un mismo punto abstracto, no existía una dimensión detallada.

Y se echó a dormir, como de costumbre, para acallar preguntar inútiles,pero aunque no tenía sueño y no había siquiera cerrado uno de sus párpados, empezó a revivir una de sus pesadillas más recurrentes. La casa temblaba, cada vez más, haciendo resonar sus tripas furiosas, los seres humanos que en ella habitaban se revolvían nerviosos, tan inertes como de costumbre, impasibles para con el exterior, como muertos y tan solo había actividad en un exterior que parecía ser rechazado por su vitalidad y animosidad. Quedaba patente que la nada envolvente había vencido y nadie se había dado cuenta, ninguno tenía nada ya por lo que luchar, por lo que soñar, aquella rutina desganada se había convertido en su propia tumba y se llevaría a todos por delante, uno por uno.


Pero entonces comenzó a escribir sobre todo aquello, y el dolor comenzó a remitir, buscar una vía de escape al sufrimiento, aliviaba la carga que pesaba sobre ella tiempo atrás. Y comenzó a llorar, y no pudo parar, pero al menos conocía la procedencia de aquel llanto salado,pues se la había revelando una de tantas páginas sabias, en ellas sabría hallar la solución para acabar con él de raiz y seguir sonriendo, como cuando tenía una vida feliz.

No era una soñadora y no era luchadora, pero porque hasta el momento no había tenido algo por lo que luchar, la vida es ,mucho no, muchísimo más sencilla de esa manera, quejarse siempre de todo sin hacer nada es facilísimo para cualquier persona de a pie. Pero en ese momento descubrió que tenía que hacerlo porque se lo debía a ella misma, así como a todas las personas que desde ese "Exterior descuidado" luchaban por que ella se diera cuenta de que debía alcanzar la felicidad y abandonar la mediocridad del sufrimiento sobrevalorado e inútil, por acabar con el aletargamiento que se cernía sobre una casa que antes era feliz, se lo debía a ella, que se había marchado con la cabeza bien alta sonriendo y siendo feliz hasta el último momento.


Y al final agradeció aquel episodio, aquel extraño acontecimiento, a partir del cuál supo aprovechar algo más la única vida que se le había concedido. Y no fue feliz, pero lo intentó, y pudo gritarlo a los cuatro vientos. La felicidad no es permanente, pero cuando se intenta alcanzar y se saborea por un instante, sabe tan bien...

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