Max

Franz observaba sus pies colgando en la parte trasera del camión, que rebotaban armoniosamente con el traqueteo del vehículo. Parecía alegre,jovial pues lucia una hermosa sonrisa y no hacía más que garabatear lo que parecía una especie agenda con dibujos curiosos, aunque a su lado Max no parecía entusiasmado con el rumbo que habian dado los acontecimientos.

-Piedras, miro las piedras. -Dijo de repente sin levantar la vista del sitio-. Y aunque nadie le había preguntando, la profunda mirada marrón del joven escritor, asediaba claramente su nuca. Era difícil no percatarse con unos ojos de semejantes dimensiones.

Franz acabó su botella antes de decir nada, pues aunque cualquier persona en su sano juicio hubiera preguntado algo sobre aquella cuanto menos curiosa afirmación, este conocía a su amigo y sabía que antes que todo prefería el silencio, aunque no tanto claro como soportar aquellas desafiantes miradas indecisas. Qué amarga estaba aquella cerveza.

-¿Tú Crees que... a Lara le gustaran las visitas? Vamos, si podré ir a verte -Dijo de repente con indecisión, apurando un pequeño sorbo. La evidencia de que jamás pisaría Praga, resonaba duramente tanto en su mente como en el pequeño cubículo en movimiento-

-Pero...Max..por supuesto. A nadie en sus cabales no le gustan, ¿Qu´w voy a hacer yo en una ciudad mezquina sin ellas? No tendría derecho a decirme que no.- Dijo intentando quitar hierro al asunto, cuando resultaba imposible. Lara alegre, dispuesta,amable, siempre atenta, no permitiría las visitas de aquel individuo zarrapastroso y conflictivo, con ideas medio crueles. Si él fuera ella, le mantendría bien a raya. Desgraciadamente para todos, la vida estaba hecha de escalas, preferencias, jerarquías. Siempre hay un momento en el que elegir. Max solo intentaba despedirse a su forma, ya había pasado su turno. Como cuándo pasas página.

-¿Recuerdas cuándo nos vimos por primera vez, Franz? Estabas en un banco del colegio, escribiendo todas aquellas notas, dibujos tenebrosos, ajeno a la vida que había a tu alrededor, todo en tí resultaba pretencioso, hasta esa aureola escalofriante tan bohemia. Siempre supe que eras diferente. Ahora mírate...¿Cuánto ha pasado? ¿Veinte años? Sigues igual, con ese aspecto soñador, tu mirada perdida en el infinito, tus cuadernos con notas. Por fin has cumplido tus sueños.

- Yo ya me habia fijado antes. Fíjate, todas esas marcas son de aquella epoca. Qué poco apego tenías a la vida, por aquél entonces, -sonrió ocultando viejas heridas, como si nunca hubiera dolido. Nadie podria entender la significación de aquella exaltada amistad, que habia retenido en el mundo a Max durante decadas despues de tantos fallidos intentos de muertes absurdas. Nadie al menos sin un amigo en las mismas circunstancias. "Tendrás suerte tu tambien, compañero."


El traqueteo aminoró, y el destino, su destino antes borroso, se veía en la distancia. Los frascos de botellas vacias yacían en el suelo como cadáveres abandonados del pasado. El conductor seguiría su camino, con Max dentro.

-Solo para emergencias- dijo Franz, soltando un sobrecito de contenido desconocido en la magullada palma de su amigo y bajó de un solo salto, sin dudar ni mirar atrás. ¿Sabes que te echaré de menos, verdad?- En la mano derecha, un dibujo. Dos personas que ya no existían. Más que tiempo habian pasado vidas desde aquel momento. Ya no eran los mismos.

-Más que a nada.- Contestó su amigo, aunque no se oyó- y arrugó el papel con fuerza. Y a la vez que su amigo se ponía un ancho sombrero, el vehículo se empezaba a marchar poco a poco, sediento de nuevos destinos, hasta que la figura de Franz no fue poco más que una mota de polvo al final del largo camino. Pero al menos se habian despedido como era debido. Uno no le dice adios a un amigo todos los dias, asi que..¿qué mejor acto que acompañarlo y recordarlo por siempre así, eternamente joven, como aquel escritor de ojos vivarachos e ilusión incontenible?. Sabía que lo suyo con Lara no duraría, aunque no sería el quién rompiera su ilusión, sino los años y la rutina, como en todos los casos.

Pasarían décadas, quizá, muchos años hasta que volvieran a verse. Pero no hubo obra de Franz que no llevara el nombre de su amigo, en todo personaje principal o secundario tendría espacio aquel buen hombre. Tiempo después ya muerto, puso su nombre a todos y cada una de sus grandes creaciones, pues nunca se arrepentiría bastante de darle aquel sobre y no volverle a ver. Le habia dado lo que más queria.

Con el tiempo, sus nombres se borraron, con la historia. Ya nadie recordaría a aquel escritor frustrado ni a aquel suicida de fugaz nombre que parecia una cometa errante, siempre perdido, solitario y triste, pero a ellos les daba igual, habian emprendido un nuevo viaje. Alli en otra vida, buscaban nuevos horizontes, con errores aprendidos, se les habia dado una segunda oportunidad. Aprovecharian.

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