Perdonar




A veces la perspectiva que nos dan los años es necesaria. Cuesta, porque dejar pasar el tiempo te arrasa por dentro, duele tanto a veces que asusta, y cuando por fin pasa, lo que da miedo es pensar que ese espacio temporal no volverá y que nosotros hemos cambiado y nunca volveremos al punto de partida. Pero es así. Por eso, a veces me permito observarme de lejos, en la distancia, con esa sabiduría que jamás pensé que alcanzaría y ver lo equivocaba que estaba, lo alejada que estaba de la realidad, y  porqué no, de la sanidad mental. Rebusco en estas páginas relatos de una ficción que no sabía que estaba dibujando, y que trataba de pintar con notas de colores de realidad, pero para nada, a veces la tristeza, el miedo, los disgustos, hacen que deformemos lo que nos rodea y nos perdamos en mundos de fantasía, es dificíl aceptarlo y tratar de regresar, pero se puede, aunque a veces cueste.

 Una de las cosas que más miedo me ha dado siempre ha sido no poner punto final a mis historias, siempre las alargo, porque las cosas finitas asustan y asumir que revolotean a nuestro alrededor, que todo tiene fecha de caducidad, no le gusta a nadie. Hoy me he dado cuenta de una cosa, la finitud no es tan terrible, no asusta tanto, si lo hacen nuestras decisiones, el dolor, todo lo demás.

Para cuando termine esta frase no solo te habré perdonado, nuestra historia se habrá evaporado para siempre, como una gota de agua que pasa demasiado tiempo accidentalmente bajo el sol, y por fin se habrá ido todo aquello que deformaba nuestra historia, aquella que durante un tiempo nos hizo sentir más jóvenes y vivos. Aquí, ahora, y todo el tiempo que mi esencia dure en este mundo, solo tengo que esforzarme en retocar las líneas de mi futura vida, sin excusas y sin equipaje. No me da miedo estar sola, porque siempre estarás conmigo, pero nuestra historia, esa que sobredimensioné en mi mente durante tanto tiempo, que creí que sería eterna, inmortal, se fue para siempre, se diluyó.

 Con nosotros se quedan siempre los recuerdos que se pegan a nuestra piel, las historias siempre cambian, fluyen, se transforman, todo depende del narrador.

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