Pilar

 



Lo primero que noté, fue la ausencia de mi vela en la entrada. Aquella se la había regalado yo a mi abuela de pequeña, decorada por mi, con los muñecos de mi infancia. La sacaba todas las Navidades como si fuera su mayor tesoro, junto al Belén, aquellas figuritas que mi madre y mi tío fueron comprando durante años hasta acabar la colección.  No nos damos cuenta de que las personas estamos formadas por tantos pequeños detalles hasta que estos se van, y entonces esos detalles se evaporan. Jamás en mi vida había apreciado el orgullo que mi abuela sentía al sacar aquella velita, y el amor que para ella representaba, todos esos años de admiración infantil en que fue mi persona favorita. La vela representaba todo aquello, es como si de repente se hubiera convertido en un totem que albergara muchas cosas a la vez, pena entre ellas. Pena de la ausencia sí, pero también de todas las navidades que no volverían más. De todos los sábados, las reuniones, las llamadas, de todas las cosas que había dado por sentadas durante mucho tiempo.


Después fue todo seguido. Las camisas, planchadas con tantísimo mimo y afecto, el olor a suavizante, los pequeños ambientadores colocados estratégicamente en cada rincón, un osito que recitaba el ángel de la guarda. Mi abuela era muchas cosas, grandes y también pequeñitas. Era su gran carácter, pero también esas cositas pequeñas, dulces y amables, un ser que se formó de muchas historias y de todos los que estaban a su alrededor. Pues... sí, también a veces nos convertidos en los pequeños defectos de los demás.

Poco a poco, las lágrimas se fueron agolpando en mi garganta, ni siquiera se asomaron a mis pupilas, tenían vergüenza. Echar de menos es agotador y no sé como expresarlo. Riendo de sus anécdotas, viendo vídeos que nos recuerdan que no está pero sigue presente en cada conversación. Darte cuenta de que en un evento familiar empieza a faltar gente y que hay piececitas de tu corazón que ya no encajan bien del todo y que ya no lo harán nunca.

Echo mucho de menos el todo. Incluso las conversaciones incómodas. Echo de menos echar de menos. Ahora que no está las navidades se me antojan artificiales, y todos los adornos vacíos. Hay huecos que nunca podrá llenar nadie, no todos dejamos el mismo impacto, todos, decía mi madre, ocupamos distintos compartimentos en el corazón de los nuestros.

En la primera navidad sin mi abuela, la pequeña Elisa que llevo dentro se ha ido un poco más. Ya no quiero nada, solo que vuelvan los demás y los fantasmas se desvanezcan.

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