Siento como si llevara en mi pecho una corona de espinas que se cerrará más cada segundo. Siento un martilleo en la cabeza, en el alma, en la sien. Siento que no siento, que tengo un vacío que son embargo retumba con sonoridad en algún abismo de mi cuerpo.
Intento callarlo. Pero el dolor físico no tapa el espiritual. Veo la sangre que brota tímida en las heridas y sin embargo no es tan poderosa como el repiqueteo de la que empapa mi corazón por dentro.
No es una traición. Es la peor de las mentiras. El clavo en el ataúd de mi sanidad mental.
No sé puede caer más bajo. Solo subir, poco a poco. Coger aire y volver a aprender a respirar.
Comentarios
Publicar un comentario