C.

Al mirar aquella personita enjuta y liviana no logré intuir las formas del pasado, las cicatrices del ayer que tanta vida daban a su rostro imperecedero, que sin embargo, hoy imperceptibles habían optado por difuminarse hasta crear un nuevo tapiz diferente y una nueva persona que casi no podría reconocer. No era la misma,resultaba diferente, porque es bien cierto que el tiempo logra convertir al más pintado estos tiempos extraños, el tiempo y sobre todo la enfermedad, el sufrimiento y todos los males del mundo que siempre aquejan a quién menos tienen que aquejar, aunque a estas alturas del cuento, hablar de las injusticias del mundo resulte innecesario y manido después de tantas y tantas historias trágicas.

Cuando la ví, andaba tirante -pero andaba,otros se habrían rendido-, achaparrada, embutida en un abrigo beige, casi accionada por el impulso de unos suspiros que bien hubieran podido levantar su cuerpo de tela y elevarlo al cielo sin necesidad de oración, pues las penurias de tantos y tantos años habrían conseguido santificarla doblemente.Y aunque tenía la cara lavada a conciencia, su rostro supuraba soledad e impaciencia, una impotencia y una angustia solo perceptibles para el observador espectador que se percatara del ligero parpadeo de sus ojos y de su tono de voz, que se escapaba entre silbidos de viento y se alejaba bastante del chirrido potente que desde que tengo uso de razón, creo recordar imperaba en nuestra casa. ¿Un mundo que consiente eso, no es menos mundo?

Pero lo desconcertante de todo aquello,de aquella aparición, no fue sin embargo lo que vi en su rostro extraño, pues al final no me resultaba en absoluto desconocido-seguramente a ella tampoco después de acompañarme los largos meses de mi vivencia, entre esfuerzos sobrehumanos y desafortunados incidentes-.Lo desconcertante eran nuevamente los efectos de mi mas despiadado enemigo, que avispado no dejaba de declararme una eterna guerra sin ningún final, que entretejía entre sus argucías, un nuevo plan despiadado, dirigida a quién menos debía, consiguiendo de nuevo en mí ese mismo efecto, el miedo mundano, sobrecogedor,despiadado y frío, pero sobre todo mordaz que calaba todos y cada uno de mis huesos.

Lo peor, lo más injusto, es que C.- Que así se llama- , bien podría haber sido una heroina de guerra de haber sido retratada en una novela,o quizá más bien la protagonista de alguno de los más importantes acontecimientos históricos, una revolución o un descubrimiento notorio, una Marie Curie, una Greta Garbo, pudiera haber sido todo si la suerte pudiera sonreirnos a todos a la vez, pero como no puede, ahora solo es una persona enferma de rostro pálido y ajeno, como otras muchas, enferma después de tanto, pero también y para colmo, después de tantos.

E imagino que no se de excesiva cuenta o que no lo piense,supongo que a veces se pare por un momento y diga ¿Para qué?, siempre prefirió disfrutar con lo puesto ¿ Qué puede importarle a quién tan poco tiene todo eso? Las mejores personas no son las que más quieren y más logran, sino las que se conforman con poco y con ello logran recorrer un camino sembrado de escollos que además es más difícil de lo habitual, y en eso desde luego ella es especialista. Todo eso es lo que convierte al ser más humilde de la tierra en un corazón enorme, del tamaño de un baobap, aunque el tiempo haya decidido resecarlo.



Y ¿Dónde dejaba todo aquello aquella sonrisa? ¿Su andar ligero, su hablar del populacho barriobajero y entrañable? ¿Su obligada ignorancia y su inteligencia escondida detrás de millones de años de trabajo forzoso? ¿Acaso iba a arrebatarme todo eso una vez más y a esconcerlo de nuevo detrás de un disfraz desvencijado? Quién sabe ya.

Y es que al final de todo no nos queda nada, la esperanza o rezar a lo imposible, pero ¿de qué sirve rezar a los que bastante han hecho ya? Al menos debería haber un cielo para las injusticias,de almas perdidas y destartaladas, solitarias,y frías de tanto tiempo sucumbiendo ante la intemperie en la tierra de los desamparados. Al menos y como consuelo por lo peor, debería seguir quedando esa sonrisa, el corazón de baobap, la vitalidad y la energía y no un amargo rastro sin sentido.

La suerte a veces no sonríe y nos vende a la muerte, entonces es cuándo debemos darlo todo por perdido, porque las almas ya no lloran.

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