No sé si era enero o abril, el curso de los meses era tan rápido que todos parecían iguales. Hacía frío, la calle estaba despejada y cubierta de gotas de rocío, un viento gélido golpeaba mi cara sonrosada. La soledad es una sensación molesta y difícil y en esos momentos no tenía herramientas para gestionarla. Acudía a firmar una herencia. Mi vida era... diferente.


Pensé mucho. Pensé en todo. En todos. En como hacía un minuto las cosas eran de una manera y ahora era todo distinto. Siempre lo he dicho, el tiempo es como una linea recta sobre la que vamos caminando de forma simultánea y mientras algunas personas caminan, nosotros estaremos muertos y a la inversa. Ahí estábamos leyendo los nombres de aquellas personas que hace dos segundos estaban en la mesa y ahora estaban escondidas debajo de la tierra. Y sólo en un pestañeo.

Ahora pienso mucho en la muerte. Y en todo el tiempo que invertí en tener pensamientos estúpidos que podría haber gastado en cualquier otra cosa ,básicamente. 

No podía prestar atención ni a las cosas básicas. Una serie de televisión, un libro. Abandoné todo lo que amaba y amaba muchísimo. Las fuerzas me habían abandonado y mi cuerpo respondía sólo a los estímulos más básicos.


Vi la mesias y me absorbió con una fuerza gigantesca. Me sentía igual de atrapada y la fe no era una escapatoria posible. Quizá estaba muerta y no me había dado cuenta. Él me había arrancado el corazón sin miramiento y no latía de la misma forma. Aunque fue sin querer. Al final si lo piensas fríamente yo le dejé hacerlo al pasear así, con libertad, sin cota de malla, sin escudo. Es como si me sintiera tan mal que necesitará un castigo.


Un castigo.


Esto me recordará en un futuro que lo superé. La verdad siempre será mía. Y se que lo hice bien.


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