Los sueños son para valientes.





Cierra los ojos...
Y se despierta.


Sale a rastras de la cama. Se le pegan las sábanas. Cuándo por fín lejos, consigue transporte, se ve obligada a abandonarlo pronto. Agarra su bolso y sale corriendo. Del impulso derriba a alguien pero casi no se percata, a fín de cuentas, tiene prisa. En la cabina del taxi, toda cubierta de abrigos, había unas cuántas bolsas, lógicamente el taxista o dueño, no se sabe, no tardará en percatarse de su ausencia. Lo justo para sobrevivir al mes, las últimas compras han sido ruinosas, los últimos (no) sueldos.

En la habitación de una casa que parece la de su novio, Ju gruñe. No tienen ni para condones, dice Matías mientras el perro sigue ladrando. Cómo si les hicieran falta últimamente, piensa ella. Esconde el paquete, la bolsa de plástico. Luego hará cuentas. Le da un beso de despedida con toda la fuerza posible y promete comprar provisiones, mientras se va por Madrid y a la vez por todas esas calles, tiendas, con todas esas personas extravagantes, para llegar a la esquina más lejana del último barrio en la última hora.

Calles, edificios, esquinas, ve ropa pero no a las personas. Un mundo de sensaciones.

Un golpe sordo golpea su nuca y se cae. No sabe bien porqué, aunque algo tendrá que ver con su mercancía de contrabando. No es una pistola porque no resultaría realista, una de esas porras de macarra de barrio. Algo así. Todo se oscurece.

Y suena una claqueta.


Sus ojos apuntan hacia arriba de nuevo, y la ayudan a levantarse sus compañeros mientras la felicitan. De todos, ha sido éste su mejor día. Y no ha hecho nada más que empezar en ese mundo que aunque es difícil como ninguno resulta prometedor... a pesar del golpe, que duele. Es un pequeño papel...nada más que un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para Martina. No resulta fácil con todos esos compañeros de profesión que la intimidan como profesionales a la par que como ídolos. Siempre a admirado a las celebridades y tiende a comportarse como una pavisosa.

Ya es la hora, el tiempo así pasa aún más rápido, y tiene que vestirse, maquillarse, tiene incluso asignada su propia estilista, porque en menos de unas horas la invitan a presentar un premio en no se qué festival de no se qué pueblo organizado por el síndicato de actores. Es un honor. claro. Sonríe. Se mete en la furgoneta, la gente saluda, y ella, poco a poco se duerme.


(Fundido a negro)


Y despierta. Pero en clase, los ojos semi-cerrados tardan en reaccionar a consecuencia del sopor.

"El tribunal constitucional ya tendrá tiempo de pronunciarse sobre la propiedad agraria con motivo de la sentencia..."

Teodora.

Sin duda la peor de todas las profesoras. Horas infernales a las que no, desde luego no tiene ningún apego. Maldita propiedad rústica. Sólo una vida, y ahí malgastada. Acaba la clase,y solo se oye el ruido de los pupitres, la prisa de la gente en las últimas filas que se pone la zancadilla para escapar. Se fuma un cigarro rápido y se va. Realidad.

De la rabia apaga la colilla en su carpeta, en la foto el mismo actor de su sueño, uno de ellos, su favorito. Solo eso, casualidad. Se dirige a su casa mientras en el horizonte se dibujan las siluetas de las torres.En su bolso, aquel paquete de preservativos de color azul.

"Los sueños son para valientes". El mensaje publicitario de uno de los autobuses.

Llega a casa cierra la puerta. Duerme.

Una imagen mental. Un estudio, enorme, cámaras, claquetas, vestidos desperdigados. Ella bebe una copa enorme y se fuma un cigarrillo. Lo último que se ve, es su sonrisa.

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