La playa

 Tres años sin volver, sin pasear cerca de las dunas, sin andar por el paseo y hacer el tonto en las maquinas que hay a mitad de camino vigilantes, como esperando una señal para volver a la actividad. 


Días, muchos, sin oír las gaviotas, sin oler el salitre, sin tomar un café relajado de dos horas en esa cafetería acristalada que muestra toda la playa, sin asomarnos a buscar las perseidas en la playa de los cristales, que, prometo, un día saldrá en una de mis novelas, porque sus cristales brillantes, sus piedras valientes y desafiantes que asoman a la superficie, contra todo pronóstico, se lo merecen . Tres años sin pasear por la noche con los tobillos fríos, con vestidos cortos que te cortan la respiración al contacto con el gélido aire de la noche. Tres años muy raros,sobre todo los dos últimos. Pero todo se cura cuando te sumerges en el Atlántico , todo, hasta la falta de musas, el desasosiego, y el desaliento.

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