Los sueños que no se cumplen
Yo misma creé aquel sueño. Y me agarré a él con uñas y dientes. Tenía que ser él, tenía que ser en aquel momento.
Bueno, él lo prometió, era difícil que se truncara, era muy difícil porque todo iba bien, todo era perfecto. O casi todo. Había pequeñas cosas, tan pequeñas como una micra, tan imperceptibles, tan olvidables.
La bruma que rodeaba aquel sueño empezó a desvanecerse y a revelar todo a su alrededor: una muralla inquebrantable que se abría poco a poco, un montón de cristales fragmentados, un escenario diferente al que podria haber sido y un corazón tambaleante sin pulso. Un corazón sin fuerza. Un cuerpo que sin su núcleo, su motor, funciona con desgana y lentitud.
Hubo señales que elegí desoir, aún a pesar de que cuando se manifestaban, dolían de forma tan intensa, tan física, tan fulminante que daban miedo. Aún así la intensidad no fue suficiente para alertarme. Me daba mucho más miedo lo que pensaba que evitaría. Me daba muchísimo más miedo estar sola, no estar viva, no cumplir con las expectativas sociales. No ser, en definitiva.
No sé si fui yo o fueron aquellas ganas desbordantes. Si fueron todos los demás a mí alrededor creando sus pequeños reinos y sus cuentos de hadas, mientras yo destruía todo a mí alrededor.
No sé. Ha resultado todo una pequeña ruina. Quizá en un futuro lejano alguien recoja los pedazos y los investigue con cuidado. Quizá yo misma sea eso y esté avocada a algo así. Una pequeña ruina que solo tenga vaor a muy largo plazo.
Los sueños cuando se rompen rasgan la piel y destrozan el alma. Los sueños, los sueños que no se cumplen, son devastadores.
Comentarios
Publicar un comentario