The rest is confetti.

 


Somos pequeñas galaxias, constelaciones de estrellas que orbitan, durante un pequeño espacio de tiempo, cerca de otras. Somos el polvo que desprenden con sus colisiones, los restos que fueron arrojando cuando los astros brillaban de forma intensa en el cielo. Somos un camino que se va abriendo en el horizonte, a medida que los demás andan a nuestro alrededor, según vamos avanzando hacia el final, hacia esa luz que parpadea,  esa luz verde, como la que miraba Gatsby. Somos tiempo, partículas que se acaban, que terminan y empiezan a la vez. El caos más infinito y, sin embargo, más racional. Átomos infinitos y sin embargo, temporales.

Me gusta pensarlo. Pensar en él. En el tiempo. Supongo que no es habitual. En la mayoría de ocasiones, fingimos que no existe, que es un artificio inagotable del que disponemos a nuestro antojo. Que está a nuestra merced y que somos sus dueños. Nos pasa con todo, ¿os dais cuenta?.

Pero no.

El tiempo no está de nuestro lado. Ese lapso lineal, a veces  caprichoso y curvilíneo, que modulamos con los dedos y que se abre enfrente de mí, sobre la palma de mi mano, no nos pertenece. Ese horizonte a veces inagotable, y sin embargo limitado...sí, olvídate, no es tuyo. Como nada de lo demás. Si acaso piensa en él, como un traje, que te envolverá durante un rato, pero nada más.

 ¿A veces te imaginas ser eterno? Todos fantaseamos con la idea, pero en realidad, sería triste. No habría lugar para la duda, pero tampoco pensamiento racional. No habría esperanza, amor y no existiría la nostalgia del que se fue, o se empieza a ir poco a poco. Es justicia divina, lo más complejo y sencillo a la vez. Somos lo que somos porque precisamente, todo, se nos escurre entre los dedos. Todo se esfuma, como el vaho, las gotas que se mecen en el marco de la ventana o las flores de temporada. Un lugar donde no tiene cabida la pena, no es un lugar digno, porque la pena nace de lo más profundo de nuestras entrañas, de la fuente de nuestro pecho, de la esencia que nos envuelve.

 Entonces lo escucho, así, de sopetón. Mientras esos pensamientos que me torturan, me van minando poco a poco. "El resto es confetti". La frase rebota en mi cerebro.

Lo dice un personaje de una serie de televisión, así, sin tacto y de la forma más brutal. Y en el momento, se me antoja cierto, de la misma forma, que en otro momento, me habría podido parecer una falsedad, o poco acertado. Pero no ahora, no hoy.

Porque en realidad, todo lo demás, todo, es  atrezzo, parte de la maquinaria que sigue girando y girando cuando los demás ya no están, o mientras están pero se esconden entre sus dudas. Todo es una pantomima, un juego, una máscara que esconde lo que más miedo no está, y que, sin embargo, no podía ser más natural. Tan natural como que se esfumen los colores de las hojas en otoño, o la luz de tus ojos cuando no estás conmigo. No te creas que se me escapa, esa luz me guía desde siempre.

Y seguimos nuestro camino, ajenos a las luces que brillan, advertencias que ignoramos en la mayoría de ocasiones, y la nieve empieza a caer y se viste de colores. Y nos envuelve en esperanza, y nos transmite parte de su animosidad, nos da las alas que nos faltan en la mayoría de ocasiones, cuando todo se vuelve incoloro. Y esa nieve, son los demás, los recuerdos, la alegría y la pena, los minutos que se han ido y que, sin embargo, atesoramos en el espacio más cercano a nuestras costillas. Recuerdos que se escuchan si posas la oreja cerca de tu pecho desnudo.


Y todo cobra sentido en mi mundo,porque en realidad, todo lo que no importa, es eso, confetti.

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