Cuando cumplí los doce años pensaba que el epítome del amor estaba representado en "Moulin Rouge" y quedaba francamente bien reflejado en los ojos claros de Ewan McGregor y su sonrisa franca. (Mi primer amor, mi último amor)
Con los años, quizá, el drama o ese concepto de drama quedó en el tintero. O eso pensaba antes de que el tiempo empezara a pisarme los talones amenazando con mandar todo a freir puñetas.
El amor de cuento nunca llegaría pero si podría vivir algo parecido a la historia de amor de una cortesana que muere de forma dramática por una enfermedad rara. Sola, intensa, sin hijos pero con un espectacular romance digno de una película de Baz Luhrman. Sin el fisico de Nicole Kidman pero con el misma ansia.
Ayer me he dado cuenta de que soy la misma niña a la que le cantaba Christian hace veintitantos años.
Madurar no está sobrevalorado, solo es complicado.
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