Me creía Virginia Wolf

De verdad en algún momento de mi vida me he creido Virginia Wolf. Y he estado a punto de ahogarme con el peso de las piedras que coloqué a cada uno de los lados de mi pantalón.

Es curioso, porque esas piedras, metafóricas e invisibles, las coloqué inconsciente, y aún así notaba como me invitaban a hundirme lentamente en el mar como un peso muerto. Y ello a pesar de ser imaginarias.

Las piedras bien podrían ser palabras, que pesaban igual, todo y nada. Nada y el mundo. Pero allí estaban. incoherentes e intangibles, como estas palabras.


Y allí estaba yo.


No notaba nada mientras me metía en el agua, mientras me hundía poco a poco, mientras ella subía progresivamente por los tobillos, las rodillas, la cadera, meciéndome (se) progresivamente con el movimiento lento de la corriente. Era agradable el contoneo del agua, aunque no tanto la pesadez, el dolor y el cansancio que implica luchar contra todo.


Pensé que en algún momento terminaría el dolor como termina el mar, supongo, en algún punto de la costa. Como terminan las cascadas, con un movimiento sordo. Como terminan las peliculas, con un fundido a negro. Como termina el mundo alli en un punto de la tierra Gallega. Pero allí seguía impertérrito y paciente, esperando el final de un camino largo, bien largo Que no me daba tregua porque sabía que era fuerte, aunque menudo precio.

Y alli seguian ellas y nadie querría leerlas porque yo no era Virginia Wolf a pesar de que a veces replicar su final  me parecía hasta bello.

En algún momento crei que era bello escribir cosas tristes. Que era natural mecerme con el azul tibio de las lágrimas. Que era bonito cantar a la tristeza .


Pero yo no soy Virginia wolf.

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