Un piojito
Observo esos enormes ojos verdes cargados de inocencia y beso con contundencia sus mofletes cargados de vida. Es tan pequeño y tan grande al mismo tiempo, que nunca va a ser consciente del tamaño de su inmensidad. No nos damos cuenta de lo importantes que somos a veces para otros.
Decía mamá que no se quiere más o menos a la familia, que cada uno tiene su pequeño compartimento en algún hueco del corazón o del alma y es cierto (aunque yo siempre imaginaba, y es verdad, que el mio era mucho más pequeño)
Me acuerdo mucho de ella y de mi abuela y me imagino que observan al pequeño bebé con la misma cara de adoración que tengo yo cuando miro a ese pequeño milagro en un mundo de locos. Soy consciente de que en algún plano de la existencia eso está pasando y de que hay una realidad paralela en que Mateo y su abuela se encuentran del mismo modo en que mi madre y su padre se reencontraron hace ya unos años y desde entonces no se han soltado de la mano.
Mateo ya tiene su compartimento propio y está lleno de mariposas, pequeños pajaritos que cantan y me alegran por dentro cuando lo veo y por un segundo el mundo es como debería ser. Está lleno de todas las cosas bonitas de la vida. Y eso me pone alegre y triste al mismo tiempo. Alegre porque ha llegado y es lo más bonito del universo, triste porque....nunca sabré lo que es. Aunque no es un triste amargo, solo nostálgico. Tristeza de lo que no será.
Querer es un misterio, pero como se puede querer tantísimo a algo tan chiquitito, muchísimo más.
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