En un parpadeo
Dura un segundo.
Y los sentimientos fluyen de sitio, moviéndose de arriba a abajo, de abajo a arriba, de la boca del estómago al cerebro y después cogiendo carrerilla y ritmo, bajan de forma vertiginosa deslizándose por el esófago. Un tiro fatal que no alcalza al corazón pero le deja tambaleante.
En ese tiempo, corto, hay una tabula rasa en la que empiezan a dibujarse pequeñas historias. Líneas, trazos, palabras, pedazos de sueños como diría Shakespeare. (Estamos hechos de la materia de los sueños, quizá).
No importa lo pequeñas que sean esas ensoñaciones porque por un instante se sienten grandes. Tangibles, palpables, realizables. Como nubes de algodón, dulces y pringosas, enresadas, bonitas, de hilo dulce.
De pronto el golpe que me devuelve a la realidad. El tiro fatal o el final de la melodia que no quieres que termine.
Nunca pasará. Nada es para siempre
Lo sabes a ciencia cierta, como si alguien hubiera grabado tu futuro en piedra. Asi que, en ese momento, todos los dibujitos se diluyen, como pequeñas gotas de tinta. Los sueños se descomponen y mi corazón vuelve a ser granito.
Todo mi mundo tambalea y yo me muero
Y todo, todo eso, en lo que dura un parpadeo.
Comentarios
Publicar un comentario