Elisa

A estas alturas de mi existencia, Elisa tenía cuatro niños, un trabajo estable y una sonrisa sempiterna grabada en la boca; yo no tengo nada

Y aunque las comparaciones son odiosas...ojalá hubiera heredado algo más que un nombre de ti, ojalá pudiera haberme quedado con algo más tangible que poder tocar los días como hoy, que no sé que hacer sin ti en mi vida, a pesar de los años que llevamos separadas, que cada día pesan más. Este vacío es inaguantable.

El dolor. es un concepto extraño.

 Se ha convertido en un aliado eterno, (incluso a veces busco refugiarme en él cuando las cosas no salen bien ) y lleva tantos años aquí que no me reconozco sin esa caricia punzante que me regala al despertarme, cuando me doy cuenta de que no debería seguir aquí, de que no pertenezco a este mundo y que ya no pertenezco a nadie. No pueden salvarme de mí misma.

Se supone que él se iría con el tiempo, eso decían. El dolor.  Sin embargo se empeñó en  acompañarme y quedarse dentro, en cavar una especie de túnel hondo en mi pecho, por el que va excavando hasta buscar el otro extremo...y no sé si algún día lo alcanzará y será entonces cuando pueda descansar del todo. O directamente me atreviese y me parta en dos. Quizá eso fuera lo adecuado, lo correcto. 

Quizá no, quizá solo tuviera que haberme ido, en lugar de ella. Siempre hay un minuto del día que en mi cabeza se pasea ese pensamiento como una estrella fugaz. Y me imagino viéndote desde el otro lado, mucho mejor, más apta, más válida, más valiente para permanecer en este planeta. ¿Qué méritos hice yo?.

Siento la cara congelada, atravesada por pequeñas gotitas de cristal heladas, son lágrimas. Se siente igual que el vaho que se cuela por las ventanas en invierno, cuando hiela. Y es que realmente no es tan raro, de alguna manera me he convertido en un ser de cristal, frágil, extremadamente frágil, anhelante y punzante en ocasiones. Siento que ahora mismo podría partirme en mil pedazos y nadie notaría mi ausencia.

Me empeño en buscar un amor que nunca llegará, porque nunca estará a tu altura.  A la de tu generosidad, a la de tu esperanza, a la de tu vida. Nadie podrá jamás llegar a quererme tanto a pesar de que nunca lo mereciera. Sé que nadie me querrá porque estoy tan rota como el cristal que tengo alojado en el alma. O lo que se supone que debería ser mi alma. Ni siquiera tengo muy claro que me quede algo.

Quizá no tenga que seguir buscando amor, quizá tenga que asumir que nunca volveré a sentirlo en mi pecho porque ya no estás. A lo mejor tengo que asumir que eso me hace inservible e indigna y eso me pone triste. Aunque hay algo hermoso en esa tristeza que nos vincula y me hace sentir próxima a ti y a tu abrazo. A lo mejor el amor es eso y no tengo que seguir buscando.

Buscarte en sueños y encontrarte. Recordarte y sentirme etérea e infinita. Morir todos los días un poco por dentro cuando me acuerdo de que no estás. Echarte todos los días y seguir queriéndote con semejante intensidad y aplomo, aún a sabiendas de que no hay un velo invisible que nos separa.


Te quiero, te quiero muchísimo. Abrázame lejos y sálvame.



Comentarios

Entradas populares