Pedacitos de una copa que estalla contra el suelo
A veces las cosas no tienen una explicación lógica. Otra,
son ideas que tenemos en segundo plano en el cerebro sin ni siquiera saber que
están ahí, ejecutándose poco a poco. Eso pasa con mi cerebro la mayor parte de
las veces y explica la mecánica que adopto a la hora de tomar decisiones, en
caso de que os interese.
Pero ya os digo yo que mi ruptura no se debió a un plan
premeditado, aunque si llevaba tiempo en mi cabeza; es paradójico supongo, pero
el autoengaño es muy eficiente.
Fueron esas pequeñas cosas que empezaron a cocerse a fuego
lento y de pronto explotaron dentro de mí como palomitas de maíz. Fueron todos
esos “te quiero” que se sentían rutinarios y los defectos que hasta entonces se
habían escondido debajo de la alfombra. En ambas direcciones claro. Fue todo el
dolor que provoca saber que no hay “para siempre” que dure lo que prometen y
que nadie puede curar la soledad con una varita mágica. Sobre todo cuando la
sientes tan tuya desde siempre, cuando podrían haber escogido ese nombre para
tu partida de bautismo de no ser porque los tiempos, gracias a Dios, cambian.
Así que supongo que en Octubre estallé y me rompí en mil
pedazos porque tenía que romperme, ya está. Las
cosas se rompen, las personas aún más, y lo peor de todo es que no hay
recambios. Aunque en ese momento no pensé ni una sola vez en a quién me
llevaba por delante, porque en aquel momento de mi vida mi concepto de las
relaciones había cambiado bastante. Yo estaba conduciendo un coche de alta gama
a una velocidad terrible y…estaba destinarme a estamparme con mil paredes que
yo misma había colocado por delante. No pensé en ti….porque quizá no tocaba.
Porque…quizá no toque más por mucho que de miedo y duela. Por muy arraigado que
tenga ese sentimiento de desasosiego que siempre está íntimamente ligado a
cualquier pérdida.
Y los pedacitos se fueron juntando, poco a poco. Hasta que
de pronto se rompieron otra vez como una copa de cristal que explota contra el
suelo. Y fue esa voz, ser consciente de que, no siempre, pero a veces las
relaciones son para cobardes.
Joder, es duro leerlo y no sé si podría articularlo en voz
alta.
Por eso, cuando ella se arremangó la camisa y pronunció sin
ningún tacto la palabra “patológico” me sentí morir. Porque evidentemente no
merezco que me quieran y no merezco que alguien sienta algo por mí de forma
normal pero…¿Por qué duele tanto escucharlo? ¿Por qué las verdades irritan?.
Así que quizá me precipité en lanzarme al vacío, o quizá fue
lo más sabio que hice en años. Aunque ahora escueza y el estrépito de mi cabeza
no cese jamás. Ojalá se cure. Ojalá me ayudes, y ojalá alguien pueda quererme
por lo que soy de verdad.
Comentarios
Publicar un comentario