Col, col
Me enternece mirarte de reojo e intentar comprenderte. Morderme el moflete para evitar reirme cuando haces algo que considero excéntrico y encantador (lo uno no excluye a lo otro). Cantarte canciones de Amaia y que sepas que eso, eso que canto, es solo para ti, aunque no lo escuches. Me enternece cerrar los ojos y saber que en algún punto del mundo tú respiras y entonces mi respiración va mucho más lenta, más tranquila porque existes y no me lo he intentado. ¿Y tú sabes lo bonito que es eso?
Pero entonces te cierras de golpe, como el capullo de una flor que se ha abierto demasiado pronto... y de un manotazo, todas las fantasías que tenía extendidas sobre la mesa se caen, de una en una. Se derrumban. Me derrumban. Y me encierro.
Y vuelvo a ser caracol y buscar mi cueva. Solo que ya no se donde está.
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