I'll do it my way
Suena Frank Sinatra y la melodia se cuela por todos los poros de mi piel de forma instintiva. No es casualidad que hable de una despedida, de los últimos momentos de la vida de alguien. Parece que mi piel estuviera cosida con retales de despedida de los que fueron y las notas resuenan con intensidad en la habitación mientras la perra me observa con gravedad porque la música me ha hecho perder la cabeza, y como si fuera la misma Bridget Jones, estoy subida en el sofá embriagada de tristeza y salto, lloro y grito con solemnidad mientras la letra recorre mi cuerpo en una procesión mágica.
Imagino que así será tanto llegar como irse. Por eso los vestigios de esa sensación restallan contra mi cuerpo tibio. Tengo calor, frío y fiebre pero siento amor. Quizá porque me recuerda a alguien, quizá porque me recuerda a como me hizo sentir alguien cuando era capaz de sentir y tener el corazón cosido con flores y gusanitos.
Después suena Taylor Swift y los tonos más cálidos del otoño me invaden. Me ahogo en sensaciones bonitas que a su vez me entristecen porque me recuerdan que antes la música me hacia feliz y ahora solo la utilizo para volver por un segundo, para recordar lo que ya no soy. ¿Cuántas personas puedes ser en un breve lapso de tiempo? La vida es tan corta y tan larga al mismo tiempo que puedes desempeñar varios papeles sin descoser el disfraz.
Por un momento mi corazón se agita con intensidad, tan fuerte que parece que cabalga. Vuelvo a ti y agarro tu mano con intensidad. Asi me imagino que será cuando me muera. Me darás la mano y las dos traspasaremos la pantalla
Quiero volver a ser la chica que canta a pleno pulmón, aunque sea canciones de despedida.
Suena my way y mi corazón repleto de dicha empieza a despedirse y yo lloro por lo que no será más. Y solo en ese instante, y gracias a las palabras de un crooner cuya voz permanece incorruptible en el tiempo, sé que mi espíritu vivirá quizá peremne en esta melodía.
Porque así fui. Una canción de despedida.
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