Abrirme en canal significa romperme entera.

 


Solo recuerdo que fue en dos mil veintiuno y la primera vez, ni siquiera recuerdo la fecha. Sí el bar y el vestido que llevaba puesto porque no me lo he vuelto a probar desde entonces. Pediste una cerveza, dos quizá, me miraste a los ojos durante un rato con altivez y yo ni siquiera quería estar ahí, solo demostrarme a mi misma que podía ser normal, hacer cosas normales más allá de agonizar en casa viendo la televisión. Quizá demostrarme que podía gustar más allá de palabras vacías, de lamentos. Pagamos a medias porque..."es el único argumento del feminismo que me convence", llegaste a comentar. Me olvidé del pudor ideológico por un momento, era necesario para olvidar otras cosas.

Tenía el pelo largo, pantalones de cuero, un nombre curioso. Ni siquiera me esperó en la puerta del bar, apareció dentro, en una banqueta, donde se confundía con la gente. No tenía una conversación interesante y yo....no podía hablar. Pero fue digno y esperó a besarme en el segundo bar antes de llevarme a su coche un rato.

No recuerdo más.  Un coche rojo, viejo, un paquete de chicles. Una noche de perros, vaho y niebla. Titila en mi mente fuertemente el recuerdo de como se colocó sus botas de estilo vaquero, un atentado ordinario contra el buen gusto, y se fumó un pitillo apoyado en el ford viejo. La estampa hubiera sido más bucólica si no hubiera estado yo observando desde el coche.

Me dejó en la puerta de la casa vieja con la promesa velada de que nos volveríamos a ver y yo, insistente, conseguí retarlo. No podía, no podía quedarse en eso, yo era mucho más. Fueron dos veces, dos experiencias vacías y una hondonada en la parte central del pecho, cerca de las costillas. 

No conseguía olvidar a Victor y aquellos siete meses de promesas vacías que había ido cocinando a fuego lento en mi cabeza. Los ojos tristes de Victor, su juventud, su belleza. ¿Por qué no llegó a quererme? ¿Por qué me dejó allí plantada con un beso a medias y las lágrimas escurriendo por mis ojos? ¿Por qué eso se repitió tantas veces en el tiempo, con otras personas, tiempo después?. Él fue mi primer amor después del amor de verdad, había sido importante, yo no lo fui jamás.

El siguiente fue guapo, tan guapo que ni siquiera creía ser digna de estar allí, en aquella buhardilla adolescente que recordaba a las películas americanas. Quedamos en un bar y cuando fue al baño me dijo con descaro "ni se te ocurra mirarme el culo". Por supuesto que aquella chulería se me clavó como un dardo en alguna parte de mi cuerpo que no debería nombrar. Recuerdo...sí, recuerdo tristemente aquella latita vibradora que guardaba encima de la mesa y su voz de doblador de películas y todo el proceso de cortejo que implicaba cosas que no habría aceptado jamás de estar en mis cabales. 

Bruno era rubio, tenía los ojos rasgados e inmensos, estar con él era como mecerse con el viento, pero también violento, prohibido e impuro. Yo seguía sin sentir absolutamente nada, había perdido la capacidad de hacerlo por mucho que me esforzara, pero lo pasábamos bien, demasiado bien. Era divertido, espontáneo, fascista sí, pero tan guapo como solo pueden serlo los príncipes de los cuentos de hadas.

Llegaron tantos, tiempo después y tan seguidos, que la retahila se me antojaba interminable, aunque el proceso era el mismo. Besos, una cena quizá y un abrazo recostados en un sofá desvencijado. Quizá la mejor anécdota fue la de la piscina en verano, la del hotel de San Miguel que parecía una casa del terror, o una casa a las afueras de Valladolid de la que casi no vuelvo nunca.

Él llegó después, con una sudadera naranja en la distancia y sus mensajes de whatsapp graciosos aunque incongruentes. Dos cocktails en la terraza de madera y una despedida incómoda en un parking pequeño. Cuando el coche abandonó la puerta sentí como mi corazón se abría lleno de luz.

La luz se apaga. Tenía fecha de caducidad y hasta ayer no me di cuenta. Ese pequeño chorrito que disparaba mi pecho incómodo cada vez que le tenía delante, dejó de lucir. Normal, mi corazón se había resquebrajado en un millón de pedazos.Tengo las manos llenas de sangre de recogerlos.

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