Little me
Tengo un síndrome del impostor tan descarado, que ha hecho que pierda fuerzas mi sueño, y siempre ha sido el mismo: escribir.
Leía ayer una novela, mediocre, en la que la protagonista descubría a los veintiséis años que su deseo más profundo era escribir. A los veintiséis años. Me parece demasiado tarde para un descubrimiento tan...vital. Yo, aunque nunca lo haya cumplido lo sé desde...no sé, siempre.
Me acuerdo que, cuando tenía seis o siete años, escribí un cuento sobre una gallina y lo encuaderné en tapas hechas de cartulina de color amarillo. Preparé la portada, la maqueté, de aquella manera, y se la entregué al profesor, y eso a pesar de que la única tarea era escribir un relato. Siempre se me ha dado bien ir más allá, y aunque muchas veces pensaba que era creatividad, quizá era puro aburrimiento. Me hacía demasiadas preguntas para mí edad que transformaba en pequeñas obras de arte.
Aquel día me tocó leer el cuento delante de mis compañeros, y me acuerdo, porque salí al encerado y empecé a sentir vértigos y mareos (síntomas que después de muchos años después he descubierto que eran de una ansiedad demasiado precoz para mí edad). No sé porque, siempre (o antes) he tenido un pánico irracional al público, aún en la facultad. Quizá porque aún no me daba cuenta que la única terapia era precisamente la que evitaba, la confrontación, pero si la ansiedad es evitación....a veces es demasiado difícil.
Don Jerónimo, que así se llamaba el profesor (lo recuerdo perfectamente, bajito, aún para mí tamaño, con los rasgos gruesos, la nariz muy grande y las cejas pobladas) lo dijo claramente:"Creo que tenemos delante de nosotros a un escritora" y esa frase me atravesó como un rayo, como si con esas palabras hubiera escrito en piedra mi futuro, y por supuesto, a esa frase me agarré como si fuera una tabla de salvación. No sé si porque es lo que yo quería, no sé si porque de repente le vi sentido a todo, no sé si porque siempre me he creído especial a pesar de no serlo. Hablamos de una niña que tenía crisis de ansiedad y un terror enorme a la perdida desde muy, muy pequeña, lo necesitaba: un cometido, una misión..una pequeña esperanza dentro de tanta oscuridad.
A veces siento que me he traicionado. Que toda mi vida ha sido una farsa y que esa niña, tan buena, tan inocente, no debería olvidar sus sueños. Somos una evolución de nuestros actos, supongo, pero la esencia persiste, y esa Elisa pequeña todavía toma control de mis actos de vez en cuando.
Es ella la que (creo) toma las riendas de la conversación cuando digo de forma jocosa que quiero ser escritora y luego no me atrevo a seguir escribiendo por miedo a no estar a la altura. Lo digo y me río de mi misma por patética y pretenciosa.
Así ha sido toda mi vida. Un cúmulo de sueños rotos por miedo a la mediocridad y yo...temo tanto ser un fracaso que acabo siéndolo por duplicado.
Ojalá algún día se cure el síndrome y pueda seguir adelante.
Comentarios
Publicar un comentario